–Dadme un día sin Derechos Humanos y liquido la delincuencia- dijo uno de los negociadores en la mesa.
–Y a mí otro, para liquidar a quien los perpetra- dijo su contraparte.
Ambos desenfundaron pistolas, apuntándose las sienes.
Aplausos estallaron.
Una bomba lacrimógena puso fin a la presentación de calle.